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(IVÁN): EL GRAN TESORO ESCONDIDO DE TU VIDA ES JESUCRISTO Y NADIE MÁS



 
 
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Old December 10th 07, 04:28 PM posted to misc.kids
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Sábado, 08 de diciembre, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


EL GRAN TESORO ESCONDIDO DE TU VIDA ES JESUCRISTO Y NADIE MÁS


Peculiarmente, el reino de Dios es semejante a un negociador que
buscaba riquezas, tesoros y piedras muy finas, también, en todos los
lugares por donde andaba, para no sólo ganarse la vida, sino también
para llegar a ser rico quizás algún día. Y andando por su camino, como
siempre, el hombre de negocios entonces por fin se encontró con una
perla de gran valor, la cual nadie realmente la había visto jamás,
porque era verdaderamente extraña y, por tanto, muy cara e
inapreciable al mismo tiempo.

La examino como un experto en joyas preciosas, y luego la escondió en
su lugar otra vez, sin que nadie lo viese, entonces con mucha alegría
en su corazón vendió todo lo que tenía para comprar el terreno en
donde estaba escondido, ¡el tesoro más grande de su vida! Y el que le
vendía el terreno no tenia conocimiento alguno del valor de su
tierra, ni menos del tesoro escondido en él, sino sólo el hombre
negociador (el que la había encontrado en su camino porque buscaba con
diligencia el pan de su día y la de los suyos, también).

En realidad, en el momento que el hombre se encontró con el tesoro
escondido de su corazón, el cual lo había buscado con las fuerzas de
su alma, de su cuerpo, de su vida y de su espíritu humano, desde el
día que comenzó a tener conocimiento, pues entonces llego a ser el
hombre más feliz del mundo, como ningún otro. Porque cuando veía y
examinaba con gran cuidado esa riqueza escondida de su vida por muchos
años debajo de la tierra, y al encontrarla, entonces se dio cuenta
que ahora si podía ser feliz, infinitamente, como siempre lo había
soñado, en su corazón ansioso.

Ya que, ahora sí podía tener todos los deseos de su corazón y la de
los suyos, también, como siempre lo había deseado que sea así, desde
sus primeros días de vida en la tierra, como cuando niño, por ejemplo;
es más, ya nada, ni ningún bien le faltaría a su vida, ni a la vida de
ninguno de los suyos, tampoco. Es por esta razón, que después de haber
apreciado y gustado tanta riqueza en su corazón, alma, cuerpo y
espíritu sediento y hambriento por muchas cosas, entonces la regreso
a su lugar de origen, en donde había estado esperando por él, para que
la encontrase, quizás desde el comienzo de la creación de Dios o mucho
más antes. Pues, ¿quién sabe, verdad?

Pero que importaba todo eso ahora, puesto que, ahora que la había
encontrado entonces tenía que hacerla de su propiedad, para poseerla y
para que no se vuelva a perder de su vista ni de su vida jamás, ni
por un solo momento más, como antes, como en esos años, por ejemplo,
cuando sufría mucho por falta de muchas cosas. Porque la verdad es que
ya había conocido demasiado la pobreza y la falta de muchas cosas en
su vida y en la vida de los suyos, también, por lo tanto, él tenía
que actuar ahora antes que alguien más venga y la encuentre, y se la
lleve.

Pues entonces después de haberla escondido, no lo pensó dos veces,
sino que sabía muy bien lo que tenía que hacer con todas sus
posesiones personales y familiares, cuanto antes mejor para hacerlo
suyo: el tesoro escondido de la tierra y de sus nuevos días
venideros, de una vida totalmente nueva y muy feliz para él y para
los suyos. Pues sin más tardar, fue y vendió todo lo que tenia, para
poder comprar la tierra en donde había encontrado tanta riqueza en su
vida y en el momento que menos lo pensaba, también, como en un día de
trabajo cualquiera, por ejemplo, para no solamente hacerse él mismo
muy rico, sino asimismo todos los suyos, para siempre.

Y después de haber comprado la tierra, en donde se encontraba el
tesoro escondido de su corazón y de muchas gentes también (porque
nadie la había visto jamás sino sólo él), entonces regreso al lugar y
la desenterró para gozar de sus riquezas con los suyos y hasta con sus
amistades también, del pueblo en donde vivía. Y al que era dueño de la
tierra afortunada, el cual se la había venido, realmente, sin saber lo
que hacia ni lo que su tierra poseía en su subsuelo, pues el hombre,
también, le dio su recompensa muy generosa, para que se alegre y se
goce con él y con todos los demás, de su gran fortuna eterna.

Pues así es nuestro Señor Jesucristo, en la vida de cualquier hombre
del mundo entero, porque sólo él es el tesoro escondido de la tierra
de nuestro corazón y de nuestro diario vivir, desde los primeros días
de vida del hombre en el paraíso, en la tierra, de nuestros días y por
siempre en el más allá, por ejemplo. Verdaderamente, éste es un
tesoro escondido de los ángeles del cielo, y sólo nuestro Padre
Celestial le conocía a él primero que todos los demás en el cielo; es
más, nuestro Padre Celestial jamás revelo éste secreto muy antiguo y
muy cuidado del reino a nadie, como a ningún de sus ángeles, por
ejemplo, por más glorioso y sabio que fuese.

Dado que, nuestro Padre Celestial esperaba que los ángeles mismos lo
encontrasen en sus corazones, en su diario vivir con él y con su
Árbol de vida eterna en el cielo; en realidad, muchos ángeles
encontraron al Señor Jesucristo en sus vidas, porque lo buscaron como
el hombre de negocios, por ejemplo, de nuestra tradición humana y sin
descansar hasta encontrarlo. Y otros ángeles no lo encontraron
jamás, como su Rey Mesías, como su único Redentor, como su Árbol de
vida eterna, porque no lo buscaron, como Lucifer y como sus ángeles
caídos, por ejemplo, en sus millares, en todos los lugares del reino
de los cielos de la antigüedad.

Ciertamente, los ángeles caídos no pudieron encontrar jamás el tesoro
del cielo en sus corazones y en sus vidas celestiales, porque no
amaban a su Dios y Creador de sus vidas, tal como debieron haberlo
amado a él, desde el principio de todas las cosas, en sus vidas
celestiales. Realmente, los ángeles rebeldes sólo se amaban a si
mismos, como egoístas mundanos, por razones de su gloria y de su
poderío celestial e espiritual, y es por eso que el Espíritu de amor
y de vida eterna no podía entrar en sus corazones y en sus espíritus
celestiales, por más que lo deseasen hacer así sin creer jamás en
Jesucristo.

Y fue por esta razón, más que ninguna otra, por la cual nuestro Dios
los rechazo tajantemente como ciudadanos del cielo, y se perdieron
entre sus mismas tinieblas infinitas de sus propias maldades del más
allá, sin que Cristo pueda hacer nada por ellos, dado que no creyeron
en él jamás, ni por un sólo instante de sus vidas celestiales. Además,
los ángeles caídos se perdieron porque jamás intentaron abandonar
ninguna de sus maldades de rebelión y de deshonra delante de Dios y de
su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!; realmente, los ángeles
caídos no conocían a Dios, ni a su Hijo, ni a su Espíritu Santo, como
todo pecador de la tierra, de hoy y de siempre, por ejemplo.

Pero no fue así jamás con los ángeles fieles a su Dios y a su nombre
muy santo, por ejemplo; pues, ellos si eran diferentes a los demás
ángeles y, a la vez, amaban a Dios y a su palabra santísima con todas
las fuerzas de sus corazones, de sus vidas y de sus espíritus
celestiales e infinitos, también. Y ésta palabra muy santa de
nuestro Padre Celestial es su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo,
infinitamente escondido de todos los seres creados por Dios en el
cielo y en la tierra, también, para gloria y para honra eterna de su
nueva vida venidera, del nuevo reino celestial.

En la medida en que, propiamente solo nuestro Señor Jesucristo es el
Verbo de Dios en el cielo y así también en toda la creación
celestial, como en la tierra, como en el paraíso y como en el nuevo
reino de los cielos, de La Gran Jerusalén Santa y Perfecta del más
allá, por ejemplo. Y nadie puede darle a conocer a él, como el Santo
del cielo o como el Árbol de la vida eterna, a los ángeles del cielo y
así también a los hombres y mujeres de las naciones de la tierra,
sino no es únicamente por el poder sobrenatural de su Espíritu Santo
y de sus sagradas escrituras.

Dado que, los que vienen al Señor Jesucristo son enviados por nuestro
Dios, por el poder misterioso de su Espíritu Santo; y, por tanto, el
que viene a él por si mismo, no le echara fuera jamás, por ninguna
razón, en la tierra, ni en el más allá, tampoco, desde los días de la
antigüedad y por siempre en la eternidad venidera. Porque nuestro
Padre Celestial ha enviado a su Hijo amado al mundo, como el Tesoro
Escondido de su corazón santísimo y del corazón de la humanidad
entera, para salvar a las almas perdidas de Israel y de las naciones,
y más no para perderlas jamás, ante el pecado y de su condena eternal
del infierno y del lago de fuego.

Por lo tanto, éste Tesoro Escondido y antiguo de su corazón santísimo,
nuestro Padre Celestial no se lo revela a nadie a no ser que sea su
más perfecta y su más santa voluntad bendita, para su nueva vida
infinita de su nuevo reino venidero, en el corazón de cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera. Y, hoy en día, como nunca
antes, nuestro Padre Celestial, por medio de su Espíritu Santo, te
está revelando el nombre y la vida gloriosa y sumamente honrada de su
Jesucristo, escondidos en la antigüedad para muchos, para que de él
vivas desde hoy y por siemp al tan sólo encontrar su riqueza
inigualable en tu corazón, es decir, si sólo deseas creer.

EL QUE RENUNCIA AL PECADO ES DISCÍPULO DE JESUCRISTO

Así, pues, cualquiera de ustedes, mis estimados hermanos y mis
estimadas hermanas, que no renuncia a las cosas que posee del mundo
pecador (no me refiero a renunciar a las cosas buenas), entonces no
puede ser jamás discípulo de su Hijo amado, en esta vida ni en la
venidera, tampoco, como en La Nueva Jerusalén del cielo, por ejemplo.
Porque todo aquel que ama las cosas malas del mundo es realmente de
Satanás, por lo tanto, no tiene parte ni suerte en la nueva vida
infinita de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, ¡nuestro Señor
Jesucristo!

Porque la verdad es que la nueva vida de nuestro Padre Celestial y de
su Hijo amado es totalmente libre de toda mancha del pecado de Satanás
y de sus ángeles caídos, para no perpetuar el mal de nadie jamás,
sino sólo el bien de la buena vida infinita del nuevo reino celestial,
eternamente y para siempre. Y el que recibe en su corazón al Señor
Jesucristo, aunque esté hundido en los pecados de Satanás, nuestro
Padre Celestial lo limpia de todos ellos, para que vea la vida
eterna, desde ya en su vida en la tierra y así también en la nueva
ciudad celeste de Dios, como La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del
cielo, por ejemplo.

Visto que, para nuestro Padre Celestial nada es imposible,
especialmente cuando se trata de salvar al más vil y pecador de la
humanidad entera de su muerte segura en la tierra y de su muerte
segura también del más allá, como del mundo de los muertos, o del
infierno, o del lago de fuego. Entonces el pecador y así también la
pecadora no tienen excusa alguna, para no apartarse de sus pecados y
ser redimidos por su Dios y Creador de sus vidas, en esta hora tan
crucial de sus vidas humanas, por ejemplo, por medio del Espíritu de
la misma vida y de la sangre gloriosa de su Hijo amado, ¡nuestro Señor
Jesucristo!

Ya que, es únicamente nuestro Señor Jesucristo quien verdaderamente
nos puede limpiar de los males de cada uno de nuestros pecados, por
los poderes sobrenaturales del Espíritu Bendito de su sangre
santísima, obrando día y noche en nuestros corazones y en nuestras
almas infinitas, también, para ser libres y limpios para Dios
eternamente. Porque no hay nada en el cielo ni en la tierra que sea
mejor que la sangre de nuestro Señor Jesucristo para perdonar nuestros
pecados y, a la vez, limpiarnos de todos ellos, para siempre, como
para dejarnos totalmente limpios, como si jamás hubiésemos pecado
delante de Él y de su Espíritu Santo, por ejemplo.

Entonces cuando el Señor Jesucristo es parte de nuestro corazón y de
toda nuestra vida: su sangre santa corre por las venas de nuestra
nueva vida para mantenernos siempre limpios y libres del pecado, para
que nuestro Dios siempre nos vea santos y puros, como sus ángeles o
como su mismo Árbol de la vida, por ejemplo, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Es decir, también, que cada uno de nosotros que estamos en
el Señor Jesucristo, entonces la sangre del pacto eterno, la cual es
la única sangre expiatoria, exactamente, la que fue derramada sobre la
roca eterna, en las afueras de Jerusalén, nos limpia de los males del
pecado día y noche, para vivir la nueva vida eterna, desde ya.

Auténticamente, Satanás siempre nos va a tratar de manchar nuestras
vidas con sus mentiras, calumnias y muchas maldades de su corazón
malvado e infinitamente perverso ante Dios y ante sus seres muy
amados: pero los poderes sobrenaturales de la sangre del Árbol de la
vida eterna, nos mantendrá siempre intactos y libres a toda costa de
los males del pecado. Entonces cuando nuestro Padre Celestial nos ve
desde el cielo, por ejemplo, lo cual hace a toda hora del día, de la
tarde, de la noche y aún hasta cuando estamos durmiendo, también, no
nos va a ver en nuestros pecados de siempre jamás, sino en la
perfección y en la santidad infinita de su fruto de vida eterna,
¡nuestro Señor Jesucristo!

Es decir, también, que todo aquel que camina escondido o abiertamente
con el Señor Jesucristo, como en el secreto de su corazón, por
ejemplo, entonces para nuestro Dios es uno más entre todos sus hijos
e hijas muy amados de su corazón santísimo, como sus ángeles del cielo
o como su mismo Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Porque nuestro Padre Celestial envió a su Hijo amado al mundo para
hacer de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada niña de
todas las familias de las naciones de la tierra, como su mismo Hijo
amado, para consagrar toda verdad, toda justicia y toda santidad en
cada uno de ellos infinitamente y para la eternidad.

Porque con el Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones,
entonces hemos renunciado a nuestros pecados para siempre por
inicio, por lo tanto, somos mayores que los ángeles y de sus glorias
celestiales e infinitas, también, visto que la gloria de Dios vive en
nuestros corazones, en nuestras almas eternas y en nuestros cuerpos
glorificados por su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Y esta es
una gran verdad de la vida santa y antigua del reino de los cielos, la
cual jamás ha muerto, sino que ha sido cubierta o obstaculizada por el
pecado, como con la mentira, la calumnia, la maldad y la muerte del
hombre en el paraíso, en la tierra y en el más allá, también, por
ejemplo.

Pero aunque el pecado de Satanás cubra esta gran verdad y máxima de la
vida santa y antigua del reino angelical, aún así nuestro Señor
Jesucristo la descubre y la saca a la luz para todos, por los poderes
sobrenaturales del Espíritu de su sangre y de su vida santísima en
nosotros y en todos los lugares del mundo entero. Es más, esta gran
verdad antigua del cielo jamás ha de morir, sino todo lo contrario
para gloria y para honra infinita de nuestro Padre Celestial, de su
Espíritu Santo y de sus huestes angelicales del nuevo reino de los
cielos.

Porque nuestro Señor Jesucristo levantara esta gran verdad infinita
en todo lo alto del cielo y de la tierra para enriquecer la vida
humana, aunque Satanás quiso callarla y hasta destruirla para que el
hombre, la mujer, el niño y la niña de todas las familias, pueblos,
linajes, tribus y reinos de la tierra, no la conozcan en sus corazones
jamás. Y esto es, realmente, de que nuestro Dios mismo ha hecho de
cada uno de todos ellos, en sus millares, en todas las naciones de la
tierra: una nueva criatura en su Árbol de vida eterna, como sus
ángeles del cielo o como su mismo Hijo amado, ¡nuestro salvador
Jesucristo!

Porque la verdad es también, de que cuando nuestro Padre Celestial
acabe con la obra de sus manos santas en cada uno de nosotros,
entonces seremos igual que Él o igual que nuestro Señor Jesucristo,
para comenzar a vivir su nueva vida infinita del nuevo reino de los
cielos, como en La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo, por
ejemplo. Porque los que habiten en el nuevo cielo tienen que ser igual
a él o igual a su Árbol Viviente, exactamente, tal cual como nuestro
Señor Jesucristo es, para gloria y para honra infinita de su nombre
santísimo e infinitamente glorioso en nuestras nuevas vidas
celestiales, y sólo entonces el hombre dejara de ser desdeñable e
idolatra, como Satanás, por ejemplo. (Porque como Satanás nadie jamás
ha doblado sus rodillas tanto ante ídolos e imágenes de talla,
solamente para deshonrar los Diez Mandamientos Perfectos de Dios y de
Moisés día a día, desde la antigüedad y hasta en nuestros días.)

Porque la verdad es también, de que todos los hombres y mujeres de
todas las familias de las naciones de la tierra han pecado de una
manera u otra como Adán o como Satanás, por ejemplo, para mal de sus
vidas y de la de los suyos, quebrantando así el corazón de nuestro
Padre Celestial y de su Ley Muy Santa. Como consecuencia de lo cual,
en la nueva vida infinita del cielo, la nueva ley eterna será que
ningún hombre o mujer, ni ningún niño o niña, podrá jamás volver a
pecar como Adán o como Satanás, sino que ha de ser tan santo y tan
perfecto como su Dios mismo o como su Árbol de vida eterna, ¡nuestro
Señor Jesucristo!

Y el que no desea ser libre de sus pecados y de su muerte segura en el
infierno candente e infinitamente tormentoso del más allá, ha de ser
porque no conoce aún en su corazón ni en su espíritu eterno el
Espíritu de amor y de misericordia infinita de su Dios, por medio de
su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Es decir, que aquel
hombre, mujer, niño o niña, no ha vuelto a nacer de nuevo del
Espíritu y del nombre del Señor Jesucristo, para gloria y para honra
infinita de nuestro Padre Celestial que está en los cielos, sino que
aún permanece en las tinieblas del vientre de su madre, por ejemplo,
sin haber visto jamás la luz de Cristo.

Y esto es muerte eterna y desde ya, también, para cualquier hombre o
para cualquier mujer de toda la tierra. Es decir, que el pecador no
tiene excusa alguna para no poder alejarse de sus pecados, por medio
del Espíritu de poder y de gracia infinita del Señor Jesucristo, para
comenzar a servirle a un Dios Vivo (quien realmente jamás le ha dejado
de amar, por ninguna razón, desde el día de su creación y hasta
nuestros días, por ejemplo).

En vista de que, nuestro Padre Celestial ha sido siempre fiel a cada
uno de nosotros, sin jamás escatimar ningún momento de su vida muy
santa del cielo: para acercase a nosotros y bendecirnos, únicamente
con los dones sobrenaturales del Espíritu de la sangre y de la vida
gloriosa de su Hijo amado, ¡nuestro único Árbol de vida eterna!
Porque la verdad es que nuestro Dios ama al pecador a pesar de la
presencia terrible de sus pecados en su vida, para que muy pronto, por
ejemplo, entonces pueda acercarse a Él, como el Creador de su nueva
vida, (únicamente posible por medio de la invocación del Señor
Jesucristo, para que sea libre milagrosamente de sus males eternos,
desde ya).

Entonces todo aquel que no renuncie a sus pecados, por amor a Dios y
por amor a la vida ofrendada para bien de muchos de su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, entonces no podrá jamás ser su discípulo,
ni menos podrá ver la vida eterna en su vida, en esta vida ni en la
venidera, tampoco, eternamente y para siempre. Porque nuestro Padre
Celestial es infinitamente fiel con cada uno de todos los que han
renunciado al pecado y a la maldad para recibir en sus corazones a su
Hijo amado, como su único y suficiente salvador de sus vidas, en la
tierra y así también en el nuevo reino celestial de La Nueva Jerusalén
Santa y Perfecta del cielo.

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo
es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en el
nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras
almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y
honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el
cielo, también, para siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siemp un tropiezo a la
verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la
omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad
perfecta del Padre Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto
tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine,
cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos
con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre
las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a
la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está
aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en
Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los
males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible
de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en
la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo
reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en
día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus
ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada
palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición
terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada
majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con
todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y
de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las
naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu
corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la
tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde
los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del
reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás
culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la
maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la
cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia
por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios,
porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será
sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el
forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová
hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y
lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de tu
prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su
buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos estos
males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos,
también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de
Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos
desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú
no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los
tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días
de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy.
Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que
sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada
una de sus muchas familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos
juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia
santa del Padre Celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras
almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de
tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu
reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre Celestial
también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y
la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ".
Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS
TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y
su MUERTE.

Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer
día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu
vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL
SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un
pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su
SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi
pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi
SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de una
nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios,
orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El
ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en
un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema
autoridad. Habla de Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de
Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su
palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en
gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata
a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con
frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para
que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que
te goces en la verdad del Padre Celestial y de su Hijo amado y así
comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de
Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es
la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la
tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras
almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan
tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis hermanos y
de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre Jerusalén". Por causa
de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra:
imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de
Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que
respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso!
Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de
todo corazón, con su voz tiene que rendirle el homb gloria y loor
al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y
como siempre, por la eternidad.


http://www.supercadenacristiana.com/...pe=wm%20%20///




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