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(IVÁN): PECADO
Sábado, 12 de enero, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica (Les damos gracias a las FARC de Colombia y sus lideres principalmente por haber cumplido su palabra en conclusión de liberar a sus secuestrados, cumpliendo así su promesa de buena voluntad y de buena fe, no solo para con las familias afectadas, sino también para con todas las familias de las naciones de la tierra. Familias de la humanidad entera, como las que aman la libertad, la paz y el amor a la vida de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Oramos, pues, que nuestro Padre Celestial les ponga en su corazón más de su Espíritu de amor a la libertad y a la vida, para que la misericordia y la gracia de su Hijo amado entonces obre maravillas en sus vidas, con los poderes sobrenaturales de su Espíritu Santo, para bien de sus vidas y la de muchos, también. Porque para nuestro Padre Celestial, cuando un pecador se salva, recibiendo al Señor Jesucristo en su corazón en cualquier lugar de toda la tierra, entonces hay fiesta en el cielo para siempre, por aquel que ha escapado las tinieblas para pasar por fin a la luz del Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo! Pues así también se gozan en el cielo nuestro Dios y sus huestes angelicales, amantes de la paz, la libertad y el amor infinito, cuando ven que seres creados por las manos de Dios, en su imagen y conforme a su semejanza celestial, vuelven a gozar y a vivir su libertad, la cual nuestro Dios fue quien se las dio para vivirla siempre. Les damos, pues, encarecidamente las gracias a las FARC de Colombia y a sus líderes por cumplir con Dios y con la humanidad de muchos, también, por amor a nuestro Señor Jesucristo y por amor a la santidad, la justicia divina del cielo y de los hogares de muchas familias: familias como las que oran y buscan continuamente por la paz y por la libertad de todos los secuestrados. ¡Amén!) (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo) PECADO: Entonces Eva inicialmente vio que el árbol de la ciencia del bien y del mal, seriamente, era bueno para comer, a la vez, atractivo a su vista y muy codiciable para alcanzar sabiduría en su corazón, de acuerdo a las palabras de la serpiente antigua, su mejor amiga en aquel entonces. Pues sus ojos anhelaban perdidamente el fruto prohibido, como nada más en todos los lugares del paraíso, por causa de las palabras mentirosas y subversivas de Satanás, para saborearlo en su espíritu y en su alma eterna, también, para la eternidad. Entonces tomó, seguidamente, del árbol prohibido sin pensarlo más, y comió de él, a pesar de lo que Dios personalmente les había afirmado sobre él y sus males infinitos para la eternidad: satisfaciendo así Eva su gran curiosidad por vez primera sentida en su vida celestial por lo extraño, por lo extraordinario, por lo raro para el corazón sensible y humano. Y cuando ella mordía el fruto prohibido en su boca y con sus labios, entonces la puerta del mundo mortal y de tinieblas, en el cual vivimos, se abrió para posteriormente, en el día del SEÑOR, ser cerrado con un fin feliz por el Espíritu sobrenatural del fruto del Árbol de la vida eterna, nuestro Salvador Jesucristo, en nuestros corazones infinitos. Y, al momento, también Eva dio de su boca a Adán que estaba con ella, y Él comió hasta satisfacer su corazón muy curioso, por cierto, como el de su esposa Eva, por el fruto prohibido, prohibido terminantemente por Dios y, juntamente, muy atractivo para sus ojos y para su mente investigadora e insaciable por lo nuevo y por lo único. Y cuando ambos comían del fruto prohibido por Dios, como algo grande por descubrir, entonces sus ojos cambiaron drásticamente para ver lo que jamás habían visto en sus cuerpos y en sus derredores: el pecado tocaba sus vidas sobrenaturalmente por vez primera para mal eterno de muchos, sin saber lo que hacían con la vida del linaje humano, al momento. Así comenzó el pecado en la vida del hombre y de cada uno de sus descendientes, en sus millares, en el paraíso y así también en todos los lugares de la vasta creación de Dios, como la tierra de nuestros días, como contigo y conmigo, en nuestras tierras, por ejemplo, mi estimado hermano y mi estimada hermana. Por lo tanto, el comienzo de la sabiduría humana comenzaba, para posteriormente ser conquistada por nuestro Árbol de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!, por medio del Espíritu de fe y por amor infinito de nuestro Padre Celestial que está en los cielos, por ejemplo. En verdad, el pecado es mucho más antiguo que el hombre y de su humanidad entera, quizás por siglos y siglos de la vida antigua y normal del reino de los cielos. El pecado en su esencia espiritual y material es de sólo conocer las tinieblas de Satanás y de su submundo, alejándose así el ángel caído y el pecador y la pecadora del paraíso y de la tierra, de toda la luz bendita de nuestro Dios y de nuestro Señor Jesucristo, para no conocer ni menos vivir la vida eterna jamás. Ciertamente, el pecado nació primero que nosotros, en el cielo y en la tierra, también, para finalmente terminar su vida y sus poderes terribles postrado ante el Árbol de la vida, específicamente: en donde se derramo la sangre bendita del sacrificio eterno, sobre la roca eterna, en las afueras de Jerusalén, para bien de muchos fieles eternos a Dios. Es más, el pecado realmente nació en el cielo, en el corazón de Lucifer y luego se regó a todos los corazones de los ángeles caídos, en sus millares, de los cuales creyeron en él, que si podía exaltar su nombre inicuo mucho más alto que el nombre sagrado de nuestro Padre Celestial y de su Hijo Mesías, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y desde aquel día en adelante, el nombre inicuo de Satanás reina en el corazón de los ángeles caídos, en vez de que el nombre del Árbol de la vida eterna reine en su lugar por siempre, para luz y para vida eterna, para cada uno de ellos, como en sus millares, por ejemplo. Posteriormente, para mal de muchos: Satanás comenzó a hacer lo mismo con el hombre y con la mujer en el paraíso, para entonces tocar terriblemente cada vida una a una sobre toda la faz de la tierra, con el fin de destruirlos infinitamente y así deshonrar vilmente a nuestro Padre Celestial y a su Hijo amado, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Porque Satanás les hizo creer en sus mentiras a Adán y así a cada uno de sus descendientes: palabras terribles, enemigas eternas de Dios y de Jesucristo, por tanto, llenas del espíritu de error de su nombre inicuo para que mueran, sin comer jamás del fruto de su nueva vida infinita del Hijo de Dios, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Para que de esta manera, cada uno de ellos y así también sus descendientes, en sus millares, en todas las naciones, vivan por siempre en las profundas tinieblas de su pecado mortal, para que no conozcan la luz ni la verdadera vida eterna jamás, como la vida inmortal de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Y nuestro Padre Celestial les comprobó a Satanás y a sus ángeles caídos y así también a toda su vasta creación, que sólo el nombre bendito de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perdura y puede ser exaltado sobre todo nombre en el cielo, en la tierra y en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, para fin del pecado. Porque el verdadero pecado de cada ángel caído y así también de cada hombre, mujer, niño y niña de la tierra, es que el Espíritu del nombre de nuestro Señor Jesucristo no reina supremo en sus corazones, sino las tinieblas del espíritu de mentiras del nombre de Satanás para mal continuo de sus vidas, en la tierra y en el infierno. Y es, precisamente, éste pecado terrible, el primer pecado en el corazón de Eva y luego en el corazón de Adán y de cada uno de sus descendientes, es que realmente hace, por sus poderes sobrenaturales y disimulos, que nuestro corazón no tenga el nombre sagrado de nuestro Salvador Eterno viviendo ya en nosotros: para bendición y para salvación infinita. Porque es el pecado del fruto prohibido del paraíso, el cual hace que nosotros seamos completamente ciegos a la verdad eterna de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, en nuestros corazones y en nuestro diario vivir en el paraíso y así también en toda la tierra, también, hoy en día y por siempre. Porque es el mismo nombre inicuo de Lucifer (Satanás) el cual está escondido entre las profundas tinieblas del espíritu de error y de cada mentira del primer pecado de Eva y de Adán en nuestros corazones y, además, el cual nos hace completamente ciegos a la verdad y a la realidad infinita de nuestro fruto de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo! Además, cuando leemos a nuestro Señor Jesucristo a través de las Escrituras, por ejemplo, entonces no podemos entender mucho, pero si un poco y hasta que poco a poco la luz del Espíritu de la verdad y de la vida celestial se comienza a ser cada vez mayor en nuestras vidas y hasta que todo queda claro en nuestros corazones infinitos. Y esto comienza a suceder así en cada uno de todos nosotros, y hasta con los más viles de todos los pecadores y de todas las pecadoras de la tierra, porque comenzamos a ganar luz en nuestros corazones, en nuestros espíritus, en nuestras almas y cuerpos humanos, haciendo así desaparecer infinitamente las tinieblas antiguas de nuestras cegueras espirituales y mortales. Porque es el mismo Espíritu del fruto del Árbol de la vida eterna, el cual nos comienza a dar luz y cada vez mucho más de su luz divina que antes, como las del cielo, como las del paraíso, por ejemplo: para que las terribles secuelas de las profundas tinieblas de Satanás dejen de ser en nuestras vidas, para siempre. Por ello, la lectura de la palabra de Dios es de suma importancia para nuestro crecimiento espiritual, en nuestros corazones y en nuestras almas infinitas, para hacer que los males de las profundas tinieblas del primer pecado de Adán desaparezcan de nuestros corazones, de nuestros espíritus y cuerpos humanos por completo, y hasta que quedemos libres de sus males eternos. Porque este mal del paraíso, el cual comenzó en el corazón de Adán no quiere dejarnos libres, por ninguna razón, ni por ningún poder humano del hombre, así pues, únicamente por medio del Espíritu de fe, de creer en el fruto de la vida eterna, nuestro Salvador Jesucristo, para comenzar a servirle ya a nuestro Dios que está en los cielos. Por lo tanto, los que no creen en sus corazones y en sus espíritus humanos en la verdad infinita y mutua de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, entonces no son libres por los poderes de los dones del Espíritu Santo de Dios, de los males terribles del espíritu de error del pecado de Satanás. Entonces muchos sufren todas clases de males terribles en sus corazones y en sus vidas cotidianas en la tierra, porque no tienen el Espíritu del nombre glorioso de nuestro Señor Jesucristo viviendo en sus vidas, ni menos la ayuda idónea de ningún poder del cielo, como de nuestro Dios, como de nuestro Espíritu Santo y sus varios poderes sobrenaturales, por ejemplo. Y todos estos poderes del cielo no son para Dios, ni para su Árbol de vida, ni para ningún ángel del cielo ya que ellos viven bien y libres de toda influencia del espíritu de error, de mentiras y de maldad eterna del pecado de Satanás, por ejemplo. Verdaderamente, todos estos poderes del cielo son, como de nuestro Padre Celestial y de su Árbol de vida eterna, para ser entregados a cada uno de nosotros en la tierra por su Espíritu Santo, para vivir bien siempre y libres, en todo lo posible, de las terribles influencias de las mentiras y de su ángel de la muerte, por ejemplo. Porque para vivir en el paraíso y así también en cualquier lugar de la vasta creación de Dios, como la tierra de nuestro nacimiento, por ejemplo, se necesitan continuamente poderes sobrenaturales para poder entonces vivir una vida sana y normal, digna de la bendición de Dios y de su nombre santísimo; de otra manera, estamos en tinieblas y muertos como Satanás. Y es precisamente en contra de esta muerte y ceguera espiritual del corazón del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la humanidad entera, comenzando con Israel, por ejemplo, por la cual nuestro Dios siempre ha luchado desde el cielo con la ayuda idónea de su Espíritu Santo y de su Árbol de vida, para derrotarlas simultáneamente. Porque todo aquel que siga viviendo su vida terrenal y espiritual en el espíritu de error del primer pecado de Adán en su corazón y así también de su vida normal, entonces no vivirá jamás sino que seguirá muerto y ciego infinitamente, sin conocer jamás a su Salvador Eterno, nuestro Señor Jesucristo, ni mucho menos conocerá tampoco a su Creador Celestial. Y nuestro Padre Celestial no es un Dios de ciegos ni tampoco de muertos, sino todo lo contrario. En verdad, nuestro Padre Celestial sólo es el Dios de los que ven y viven desde ya: en el Espíritu infinito de la nueva vida celestial y eterna de su nuevo reino venidero, como La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo, por ejemplo: en donde nadie es ciego ni menos pasa al olvido eterno, sino todo lo contrario. Y en éste nuevo reino infinito de Dios, sólo vivirán por siempre con su Dios y Creador de sus nuevas vidas infinitas: comiendo y bebiendo de su fruto de vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo!, tal como nuestro Dios lo intento que fuese así con Adán y sus descendientes en sus primeros días de vida en el paraíso, por ejemplo. Y, hoy en día, no es diferente con Dios, con su Espíritu Santo y con su Árbol de vida, por ejemplo, para que cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, así como Adán y Eva en el paraíso, pues entonces: coma y beba ya de su fruto de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para seguir viviendo infinitamente. Y la promesa de nuestro Padre Celestial es la misma de siemp Todo aquel que come y bebe de su fruto de vida eterna, con tan sólo creer en su corazón y confesar su nombre salvador con sus labios, entonces pasa de las tinieblas de Adán a la luz del Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Si, así es: el que cree en Dios y en su Hijo amado, realmente come y bebe del fruto de la nueva vida eterna del cielo día y noche, para no morir jamás de hambre, ni tampoco de sed, en la tierra, ni en el más allá, eternamente y para siempre. Porque el que come y bebe del fruto del Pan del cielo, no sólo cumple con su Dios y Fundador de su nueva vida infinita, sino que también le está dando gloria y honra eterna a su nombre muy santo en su corazón, en su espíritu y en toda su vida, también, repetidamente, asimismo como los ángeles del cielo, por ejemplo. Pues comer del Pan del cielo es ser libre del pecado para Dios, para su Espíritu Santo, para sus ángeles infinitos y para cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, hoy en día y para siempre en la nueva eternidad venidera. Y nuestro Padre Celestial anhela nuestro bien eterno día y noche y hasta que finalmente lo conseguimos en nuestros corazones y en nuestras vidas: con tan sólo invocar el Espíritu de luz y de poderes sobrenaturales de la gracia y del amor infinito de su Árbol de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo! INICIALMENTE TODOS PECARON Y NADIE ALCANZO LA GLORIA DEL CIELO En la medida en que, todos pecaron vilmente, como Adán y Eva en el paraíso, por tanto, no alcanzan la gloria de Dios en sus corazones y en sus vidas, por más que lo intentaron así, para bendición de sus espíritus y de sus cuerpos humanos, en el paraíso y así también en todos los lugares de la tierra. En verdad, la verdadera bendición del reino de Dios no llega a la vida de Adán ni tampoco a ninguno de sus descendientes, hasta que Cristo sea la luz de su corazón, ya sea en el cielo, en la tierra o en la nueva era venidera, por ejemplo, del nuevo reino celestial. Visto que, sólo nuestro Señor Jesucristo es la verdadera luz del corazón del hombre, en el paraíso y así también en nuestra vasta creación celestial, desde los primeros días de la antigüedad y hasta siempre en La Nueva Jerusalén del cielo, por ejemplo; por tanto, el fruto prohibido del árbol del paraíso es tinieblas constante para todo pecador. Por ello, nuestro Padre Celestial nos llama día y noche a alcanzar su gloria infinita a pesar de la presencia terrible de los males de nuestros pecados en nuestros corazones y en nuestras vidas, para volver a nacer a la vida, no en el espíritu de Adán, sino en el Espíritu de su Hijo amado, ¡nuestro único Árbol de vida eterna! Dado que, sólo por medio del fruto de la vida eterna, su Espíritu Santo, por ejemplo, es cuando verdaderamente: el hombre, la mujer, el niño y la niña de todas las naciones, pueden espiritualmente volver a nacer para vivir su verdadera vida infinita del cielo, como Dios mismo, como el Árbol de la vida y como los ángeles del cielo. Es por eso, que nuestro Padre Celestial llevo de la mano a Adán a los pies de su Árbol de la vida eterna, después de haberlo formado en sus manos santas, para que nazca de nuevo, pero únicamente en el Espíritu y en la verdadera vida del cielo, su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque todo aquel que nace del Espíritu del Árbol de la vida, en el paraíso o en la tierra de nuestros días, por ejemplo, entonces realmente está naciendo para vivir la vida de Dios y de sus millares de huestes angelicales del más allá, para gloria y para honra infinita de su nombre muy santo. Y desde el día que Adán comió del fruto prohibido, realmente comió de las profundas tinieblas del pecado de Satanás para oscurecer su corazón y así hacerse a si mismo tinieblas y no luz para siempre, en la eternidad venidera de Dios y de su Árbol de vida eterna. Y nuestro Dios no desea este terrible mal de tinieblas, para ninguno de sus seres creados por sus manos santas, sino sólo la luz de su corazón sagrado, su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque sólo el Espíritu del nombre bendito de su Hijo amado es la única y verdadera luz del cielo, la cual alumbra nuestros corazones, nuestros espíritus, almas y cuerpos humanos diariamente, para que nuestros ojos siempre vean la verdad, el derecho y la justicia infinita de la nueva vida inmortal de Dios y de su Árbol de vida eterna. Entonces el que no ve a Jesucristo en su corazón, entonces para Dios peca terriblemente en contra de su misma alma infinita, haciendo así triste el corazón de nuestro Dios y de su Espíritu Santo. Judicialmente, esto es muerte para cualquier ángel caído del cielo y así también para cualquier ser viviente de la humanidad entera, sin jamás hacer excepción de persona alguna, de acuerdo a la letra de la Ley de nuestro Dios, desde el comienzo de las cosas en el cielo y en la tierra, si Jesucristo no es la luz de su corazón. Pero el amor de Dios hacia el hombre ha sido de tamaño descomunal desde siempre, porque le ha dado de su Hijo amado sin límite alguno, para que coma y beba de su Espíritu de vida y de salud infinita, para que su corazón ya no sea tinieblas sino únicamente luz en todos los días de su vida y para siempre. En vista de que, sólo nuestro Señor Jesucristo es luz y vida infinita para el corazón del hombre y para su nueva eternidad venidera del nuevo reino celestial, en la tierra y en el más allá, también, como en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, por ejemplo. Por lo tanto, no hay otra receta medicinal en el paraíso, ni menos en la tierra, para escapar los males y los alcances terribles del pecado de Adán y de Satanás en nuestros corazones, en nuestros espíritus y cuerpos humanos, por ejemplo, para vivir siempre mejor que antes delante de la presencia gloriosa de nuestro Padre Celestial en la eternidad. De modo que, nuestro Padre Celestial nos creo para que vivamos una vida gloriosa y sumamente santa, libre de toda clase de influencias de Satanás en nuestros corazones y en nuestro diario vivir del cielo, de la tierra y así también de su Nueva Jerusalén Santa y Perfecta de su nuevo reinado angelical y sempiterno. Y lo único que nos saco del paraíso y, a la vez, nos mantiene, hoy en día, totalmente ciegos y lejos de la vida infinita de La Nueva Jerusalén Celestial es nuestro pecado heredado de Adán, viviendo aún en nuestros corazones y hasta más allá de la muerte, también, por ejemplo, como en el submundo de Satanás, ¡el infierno! Entonces es muy importante que nuestros corazones sean completamente libres de los males del espíritu de error de Adán y de Satanás, para entonces volver a nacer de la justicia y así poder llegar a conocer la verdadera vida, por la cual nuestro Padre Celestial nos creo en sus manos santas, en el comienzo de todas las cosas del cielo. Porque ésta es una vida que aún existe en nosotros mismos, pero no la vemos, ni menos la conocemos, por falta de justicia y por la abundante presencia de las profundas tinieblas del pecado de Adán y de Satanás en nuestras vidas. Es decir, que tu verdadera vida aún no la conoces, ni tampoco la has vivido jamás, por culpa del pecado de Adán: porque una vida con el pecado de Adán no es vida, sino muerte eterna. Aparte de eso, también, una vida con pecado no es vida alguna en ningún ser viviente sino sólo injusticia tras injusticia y hasta que el ángel de la muerte la lleva a su día final, a su lugar eterno del mundo de los muertos, el Abismo. Y aunque digas que estas vivo aún en todo tu cuerpo y en tus tierras también: pues mentiras te dices a ti mismo, porque no conoces el sabor divino, glorioso, jovial y de felicidad extrema del alma entera del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de Dios, de vivir por siempre, sin el pecado de Satanás. Porque es el pecado de Satanás, el cual le da el sabor amargo, malvado y hasta doloroso a tu corazón, a tu alma y a toda tu vida y hasta que finalmente terminas en el mundo de los enemigos eternos de Dios y de su Hijo amado, nuestro Árbol de vida eterna, en el infierno. Pero si Jesucristo es el que le da el sabor divino a tu corazón, a tu alma, a tu mente y a todo tu cuerpo y vida humana entonces no morirás jamás, sino que seguirás gozoso viviendo por siempre la vida perfecta del paraíso, por ejemplo. Verdaderamente, es el Espíritu sagrado de vida de nuestro Jesucristo el que continuamente endulza tu corazón, tu alma, tu espíritu y toda tu vida, también, únicamente desde el momento que comienzas a creer en él en tu corazón y confiesas con tus labios su nombre santo, delante de nuestro Dios, de su Espíritu Santo y de sus huestes angelicales del cielo. Es por eso, que con Cristo Jesús, Señor nuestro, viviendo en nuestros corazones, entonces el pecado deja de ser en nosotros tinieblas, para empezar desde ya a vivir la verdadera vida del paraíso, pero sin el pecado del fruto del mal eterno. Y esto es sólo posible en el corazón de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, si tan sólo cree en su corazón y con sus labios confiesa al Señor Jesucristo, como su único y suficiente salvador de su vida de todos los males terribles (habidos y por haber) del pecado de Satanás, por ejemplo. Pero por otra parte, si invocamos a Jesucristo, creyendo únicamente en Él en nuestros corazones y así confesamos su nombre milagroso con nuestros labios, entonces las tinieblas del pasado del pecado de Adán y de Satanás, por ejemplo, salen de nuestros corazones y de nuestras vidas, en este mismo instante, para no volvernos a afectar terriblemente jamás, como es normal. Es por eso, que el Espíritu de vida y de salud infinita de nuestro Señor Jesucristo es muy importante en nuestros corazones y en nuestro diario vivir en la tierra y así también en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, hoy en día y para siempre en la nueva eternidad vendiera. Es decir, que cada hombre, mujer, niño y niña del linaje humano, comenzando con Adán y Eva en el paraíso, no ha vivido jamás, ni menos ha conocido su verdadera vida eterna, por la cual Dios mismo lo formo en sus manos santas para vivirla en el cielo, desde el comienzo de todas las cosas y hasta la eternidad venidera. Es por eso, que el hombre sufre espiritualmente primero y luego físicamente día y noche, porque está sumergido, bañado, hundido, lleno en exceso, repleto, inmerso, ocupado en las profundas tinieblas de las primeras mentiras que Eva y luego Adán creyeron en sus corazones de parte de la serpiente antigua y de Satanás, para mal y enfermedades eternas de sus vidas. Y nadie los podrá librar de todos estos terribles males antiguos del pecado de Adán y de Satanás, si no se acercan a su Dios y Fundador de sus vidas ya, de ahora en adelante, sólo por medio de su Árbol de vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Porque sin el Árbol de la vida eterna, su Hijo amado y gran rey Mesías de todos los tiempos, en el paraíso, en la tierra y así también en la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo, nuestro Padre Celestial, ni su Espíritu Santo no hacen nada de nada por nadie jamás. Porque la vida de su Árbol de vida vale mucho para Dios y para su Espíritu Santo, para siempre, para contestar cualquier llamado del hombre del paraíso y de toda la tierra, también. Entonces sólo los que invocan a Dios por medio del Espíritu de fe, del nombre salvador de su Árbol de vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, son realmente oídos por Dios, porque son libres del poder del pecado y de su ángel de la muerte, también, desde aquel momento de oración y para siempre en la eternidad venidera, por ejemplo. Y esta es una vida gloriosa y sumamente sagrada en el corazón y en el espíritu de cada ángel del cielo y así también de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, la cual no la conoce ningún ser viviente, ni aún Adán, sino sólo nuestro Señor Jesucristo, ¡nuestro único Árbol de vida eterna! Porque nuestro Señor Jesucristo es la misma vida infinita de su nuevo reino celestial, por la cual nuestro Dios nos llamo de las tinieblas de la tierra para formarnos en sus manos santas, para alcanzarla en un día como hoy, por ejemplo, para vivirla felizmente con él y con sus ángeles del cielo, para siempre. Y es el pecado de Adán y de Satanás, el cual no nos deja ver, ni vivir ya ésta verdadera vida gloriosa, la cual nos pertenece conforme con la Ley de la vida eterna del paraíso a cada uno de nosotros, en todos los lugares del cielo y así también de la tierra, de nuestros días y de siempre. En verdad, Satanás no ha podido tocar, ni menos destruir esta vida nuestra, la cual no conocemos aún, porque existe o vive o está escondida en el Árbol de la vida eterna, así como el nombre muy santo de nuestro Padre Celestial está escondido en perfecta santidad del corazón del Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo! Además, esta vida real no puede renacer en nuestro corazón, ni en nuestro espíritu, cuerpo y alma humana, si no primero admitimos a Jesucristo en nuestras vidas terrenales primero, por el poder sobrenatural de la invocación de su nombre salvador con nuestros labios, por ejemplo, como en un momento de fe y de oración hacia nuestro Padre Celestial en el cielo. Por ello, desde el día que Adán peca en contra de Dios y de su Hijo amado, su fruto de su nueva vida infinita, entonces Adán ni ninguno de sus descendientes conoce su verdadera vida, ni menos la sabría vivir, para mal de su corazón y de su alma infinita, en la tierra y en el más allá también, para siempre. Y nuestro Padre Celestial no desea ver al hombre sufrir siempre el mal de su pecado, en el cual nació no por decisión propia sino por error, por rebelión y por desobediencia de Eva y luego de Adán también, al comer del fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal en el paraíso. Es por eso, que desde que el hombre nace en la tierra entonces su verdadera búsqueda de Dios y de su fruto de vida eterna comienza en su vida, para finalmente encontrarla en su mismo corazón, en un instante de fe, si tan sólo cree a su Dios y a la vida gloriosa de su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Realmente, nuestro corazón y espíritu humano saben muy bien, desde su primer día de vida en la tierra, por ejemplo, y por intuición espiritual y humana, de que hemos abandonado la gloria de Dios en algún lugar del pasado, por lo tanto, tenemos que regresar a ella, cuando antes mejor, para no sufrir más nuestro mal eterno, como nuestra muerte eterna. Porque el corazón y el alma viviente de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, sufre día y noche por el error de Adán, de haber abandonado la gloria de Dios por injusticia, por desobediencia y por rebelión sin causa al fruto del Árbol de la vida eterna de nuestro Señor Jesucristo, en el paraíso celestial. Es decir, también de que nuestro corazón y espíritu humano piden (y hasta muchas veces claman) por la presencia del Espíritu del Árbol de la vida para poder ser felices y así vivir siempre delante de Dios su misma vida eterna, por la cual nos creo en sus manos santas para vivirla con Él, para siempre en el cielo. Y éste buscar decidido de nuestro corazón por el Espíritu del Árbol de la vida eterna no cesa jamás, hasta que finalmente lo encontramos con la misma ayuda de Dios y de su Espíritu Santo, sólo en el Espíritu de invocación de nuestros corazones y de nuestros labios del nombre glorioso de nuestro Salvador del cielo, ¡nuestro Señor Jesucristo! Y hasta que el Señor Jesucristo no sea admitido y reconocido en nuestros corazones, entonces no podremos jamás conocer la felicidad de nuestra alma eterna, de comer y de beber por siempre de su fruto de vida, la cual nos bendice día y noche en la tierra y así también en la nueva era venidera del nuevo reino celestial. Realmente, desde el mismo día y hora en que recibimos a nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones, sólo entonces podemos decir con toda seguridad, con toda fe, de que hemos alcanzado la gloria infinita de Dios, por tanto, la nueva vida eterna, por la cual fuimos creados en el principio ha llegado a nuestras vidas para quedarse infinitamente con nosotros. Porque todo aquel que recibe a Jesucristo en su corazón, como su único y suficiente salvador personal de su vida, entonces ya no pertenece su corazón, su espíritu, su alma y su misma vida de siempre al poder del pecado, sino al poder infinito de Dios y Fundador de su nueva vida eterna, ¡el Todopoderoso de Israel y de las naciones! Por tanto, nuestros nombres ya no están escritos en el libro del ángel de la muerte, como antes, para condenación y para muerte eterna, como cuando Adán peco en el paraíso, sino que nuestros nombres están escritos para perdón eterno, en el libro de la nueva vida infinita y de la gloria celestial de nuestro Árbol de vida, ¡nuestro Salvador Jesucristo! El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo es contigo. ¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre! Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo. LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS Es por eso que los ídolos han sido desde siemp un tropiezo a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las naciones! SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del reino de los cielos: PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí". SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos". TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano". CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y lo santificó". QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da". SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio". SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio". OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás". NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de tu prójimo". DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo". Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas familias, por toda la tierra. Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras almas: ORACIÓN DEL PERDÓN Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ". Juan 14: NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR. ¡CONFÍA EN JESÚS HOY! MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE. YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY. - Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y su MUERTE. Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete): Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA. QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR. ¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____? ¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____? Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora: Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de Cristo a los demás. Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios. Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre. El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre. El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo corazón, con su voz tiene que rendirle el homb gloria y loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y como siempre, por la eternidad. http://www.supercadenacristiana.com/...pe=wm%20%20/// http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx http://radioalerta.com |
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