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(IVÁN): EL FIN DEL PECADO ES MUERTE
Sábado, 19 de enero, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo) EL FIN DEL PECADO ES MUERTE: Con nuestro Padre Celestial el fin del pecado es muerte para el pecador y para la pecadora de toda la tierra, asimismo como lo fue para Adán y Eva en el paraíso: por tanto, su dadiva divina es la misma de siempre en nuestro Señor Jesucristo y único Árbol de vida eterna, en la tierra y en el cielo. En buena lógica, con Adán y Eva estamos totalmente muertos para la vida eterna del cielo y así también de la tierra de nuestros días y de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del nuevo reino de Dios. A pesar de todo, delante de nuestro Padre Celestial no estamos muertos todavía, como sin esperanza de salud y de salvación infinita, porque hemos salido de Él y de su Hijo amado, su único Árbol de vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! En verdad, somos hijos legítimos de Dios por nuestra primera naturaleza celestial, por lo tanto, tenemos la semilla de nuestra vida infinita viva aún, a pesar de los males terribles que hemos vivido desde el paraíso y hasta nuestros días, por ejemplo, no sólo delante nuestro Padre Celestial sino también delante de su Hijo amado y de su Espíritu Santo. Es decir, que nuestro Padre Celestial siente mucho amor por cada uno de nosotros por esa vida gloriosa que salio de él hacia cada uno de nosotros y, además, porque verdaderamente hemos salido de su seno, como de su propio corazón, como de su propio espíritu y como de su propia vida infinita y muy antigua del cielo, por cierto. En realidad, nuestra creación se remonta a millares de siglos en la antigüedad en el corazón de nuestro Padre Celestial, para posteriormente amoldarnos espiritualmente con cada alabanza de gloria y de honra de sus ángeles santos del cielo, por ejemplo, para vivir infinitamente su nueva vida celestial, del nuevo reino venidero. Por ese motivo, cada vez que los ángeles del cielo alababan y honraban gloriosamente a su nombre muy santo, delante de su presencia inmortal y de su Árbol de vida eterna, también, entonces en su corazón sagrado nuestro Padre Celestial nos formaba en el Espíritu de su perfección y amor para su nueva vida eternal. En consecuencia, cada uno de nosotros estaba naciendo en su imagen y conforme a su semejanza celestial para llegar a ser su hijo legitimo o su hija legitima, en un día como hoy, por ejemplo: sí tan sólo invocamos su nombre sagrado y salvador de su Hijo amado con nuestros labios. Por eso, cada uno de nosotros, en nuestros millares, comenzando con Adán y Eva en el paraíso, de allá en adelante, aún tenemos esperanza de vida y de salud infinita en nuestro Creador Celestial, si tan sólo regresamos a él, en un momento de oración y de fe, por medio de su fruto de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo! Y tenemos que regresar a nuestro Padre Celestial únicamente por medio de su Hijo amado, porque sin Él en nuestros corazones y en nuestras almas infinitas, entonces no somos los seres santos, (los cuales creo en su corazón y luego los amoldo con sus manos sagradas para vivir su nueva vida inmortal, en su imagen y conforme a su semejanza celestial). Además, esta nueva vida inmortal, por la cual nuestro Padre Celestial siempre ha buscado desde tiempos inmemoriales, desde el cielo y desde su trono muy santo, por ejemplo, sólo es posible o existe en su Árbol de vida eterna, su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque si comes y bebes del Árbol de la vida eterna, ya sea en el paraíso o en la tierra, para nuestro Padre Celestial es lo mismo, como ni más ni menos, por ejemplo, para llenarte de bendiciones y de vida saludable, como de la nueva vida infinita de su Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo. Pues entonces, el pecado muere en ti, como en tu corazón, en tu espíritu, en tu alma, en tu cuerpo y en toda tu vida también, dado que, el Espíritu de Jesucristo vive en ti para Dios y para su nueva eternidad venidera de su nuevo reino celestial, en la tierra y en el cielo, también, para siempre. Verdaderamente, el pecado habrá llegado a su fin eterno antes de tiempo en los días de tu vida, como hoy, para que muera el pecado y no tú, y así sigas viviendo infinitamente en la tierra y en el paraíso, también, pero continuamente al pie del Árbol de vida, como debió de ser siempre, como desde tus primeros días de vida. Para que así entonces conozcas la dadiva eterna de nuestro Padre Celestial, la cual sólo es posible en nuestros corazones, en nuestros espíritus humanos, en nuestras nuevas vidas infinitas del cielo, si tan sólo creemos en su Hijo amado, como nuestro Árbol de vida eterna y como nuestro único salvador posible de nuestras almas infinitas, para la nueva eternidad celestial. De otra manera, vivimos totalmente ciegos e infinitamente perdidos en las primeras tinieblas de Satanás, las cuales entraron en el corazón de Eva y luego en el corazón de Adán, para que entonces nosotros las recibamos como herencia eterna, en nuestros corazones, en nuestros espíritus, cuerpos y vidas humanas, también, por ejemplo, para siempre morir y jamás ser felices. Y así no conocer jamás a nuestro Padre Celestial ni menos a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, como nuestro único fruto de vida y de salud eterna, en esta vida y en la venidera, también, para siempre. Y esto es muerte eterna para cualquier hombre, mujer, niño y niña de todas las naciones de la tierra, como de los que no tienen aún viviendo en sus corazones al Señor Jesucristo, como su único y suficiente salvador de sus vidas, para no ver, ni menos conocer, las tinieblas de nuestros antepasados del paraíso, sino todo lo contrario. Y esto es, hoy en día, como en la antigüedad, como en el paraíso y así también como en la tierra, de nuestros días y de siempre, de sólo conocer la única y verdadera luz de nuestro Árbol de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!, (la cual nos da vida en abundancia en esta vida y en la venidera también, para siempre). Para que así entonces podamos ver no solamente nuestra primera luz humana, libre de las tinieblas de Satanás, sino también la luz infinita de nuestro Padre Celestial y de su Árbol de vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, (el cual siempre está rodeado del Espíritu Santo de Dios y de sus huestes de ángeles gloriosos e infinitamente fieles a él). Porque estos ángeles del cielo y así también nuestro Espíritu Santo de Dios, pues, día a día y sin parar acompañan a nuestro Salvador Jesucristo en el cielo, en la tierra y por siempre en la nueva eternidad celestial, para por siempre bendecir toda vida humana, ya que, sólo de él renace nuestra vida humana. Es decir, también, que estos son los ángeles que no solamente sirven a nuestro Dios diariamente con alabanzas de gloria y de honra a su nombre santísimo, sino que además son los que sirven a nuestro Señor Jesucristo para hacer su voluntad perfecta de bendecir a sus siervos y siervas, como de los que heredaran la salvación eterna. Es más, estos son los ángeles fieles, los cuales siempre han luchado batallas antiguas en contra de Satanás y de sus huestes de ángeles perdidos para redimir a los que creerían en Jesucristo en sus corazones y confesarían con sus labios su nombre santo y salvador de sus almas infinitas, en la tierra y para siempre en la nueva eternidad celestial. Y los ángeles del cielo pelean por Dios y por los que aman a nuestro Señor Jesucristo, porque ellos son las glorias y las alabanzas antiguas por las cuales siempre han honrado y exaltado a nuestro Padre Celestial y a su nombre muy santo, para que seamos nosotros libres en un día como hoy, del fin del pecado, ¡la muerte eterna! Además, estos corazones humanos, por los cuales los ángeles siempre han luchado sin parar delante de Dios y de su Árbol de vida existen, y uno de ellos eres tú mismo, mi estimado hermano y mis estimada hermana, desde los primeros días de la antigüedad y hasta nuestros días, para amar a tu Dios por amor a su Jesucristo lealmente. Como en esta misma hora, Satanás con sus profundas tinieblas perdidamente agarradas de tu corazón y de tu espíritu humano, como desde los primeros días del paraíso, lucha insaciablemente por no dejarte despertar a la luz de la vida eterna, (la única luz de la verdad y de la justicia infinita de Dios y de su Espíritu Santo, ¡nuestro Salvador Jesucristo!) Porque Satanás sabe muy bien que si tú despiertas a la luz del Árbol de la vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, entonces nadie jamás podrá volverte a engañar con ninguna de sus mentiras de siempre, como con las mentiras con que engaño a Adán y a Eva en el paraíso para que pierdan sus vidas eternas, en su pecado original. Es por eso, que nuestro Padre Celestial anhela día y noche tenerte delante de su presencia, creyendo siempre en él, por medio de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para que el fruto de su vida eterna sea entonces una realidad total en tu vida y así también en la vida de cada uno de los tuyos también y para siempre. Porque nuestro Padre Celestial desea verte libre de los males del pecado y de su espíritu de inmoralidad eterna, no sólo en ti sino también en los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, para que la gloria de su nueva vida infinita y de su nuevo reino celestial, entonces sea infinitamente abundante en todos sus seres muy amados. Porque la nueva vida eterna de su nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo tiene que ser llena en gran medida espiritual de la gloria y de la honra infinita de tu corazón, lleno perpetuamente del Espíritu de alabanza y de servicio santo a tu Dios y Fundador de tu nueva vida eterna, ¡el Todopoderoso de Israel y de las naciones! Por ello, todo aquel que rehúsa creer en su corazón y así confesar con sus labios que el Señor Jesucristo es su Hijo amado, entonces ama el fin del pecado: ¡la muerte eterna!; porque no ha creído a Dios y a su única salvación posible en el paraíso, en la tierra y en la nueva eternidad venidera, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y nuestro Padre Celestial desea cambiar tu rumbo de vida pecadora y muerta por el poder del pecado, la maldad, la calumnia, la falsedad y la mentira eterna, antes hoy que mañana, para que tu nombre sea escrito en el libro de la vida, de su Árbol de vida eterna del paraíso, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y así ya no mueras jamás en todos los días de tu vida en la tierra, sino que vivas para siempre feliz con tu Dios y con sus huestes de ángeles gloriosos de su nueva vida infinita y de su nuevo reino celestial, como La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, por ejemplo. Ciertamente, las puertas del cielo están abiertas hoy por ti, como lo estuvo para muchos en el paraíso y así también desde los primeros días de vida de la tierra, para los que aman a Dios por medio de su Cordero Escogido, y así ya no tengan una cita con el fin del pecado, sino una cita garantizada con la vida eterna. PENSAR EN EL MAL ES PENSAR EN LAS TINIEBLAS DE SATANÁS Es decir, que la baja pasión en el hombre o en la mujer de la tierra, cuando no conoce al Señor Jesucristo en su corazón, entonces está expuesta su vida a los males escondidos y terribles del espíritu de error y de gran maldad de Satanás, para comenzar a degradar su vida y hasta la muerte, también, en la tierra. Por ello, después de haber concebido el espíritu de error en su corazón perdido y por cualquier razón lo lleva acabo, entonces da a luz a la inmoralidad; y esta obscenidad, una vez llevada a cabo en su vida, inmediatamente engendra tinieblas tras tinieblas para descender poco a poco y desde ya al fuego eterno del infierno, en el más allá. Y esto sucede gradualmente en la vida del infractor de la Ley de Dios en la tierra para morir en el más allá, como en su segunda muerte eterna, por ejemplo, aunque esté viviendo aún con toda su vida en su alma y en su cuerpo humano, en cualquier lugar del paraíso o de la tierra. Entonces la gente en su mayoría sufre males terriblemente y hasta casi inconcebibles en el corazón de cualquier hombre por más vil que sea su vida, porque el estado espiritual de aquella persona o personas no está al nivel normal de la vida humana en la tierra, sino del mismo nivel bajo del bajo mundo de los muertos y del infierno. Es por eso, que al pecador se le hace muy fácil pensar en el mal de su vida y en la de otros también para causar, en su momento dado: sólo daño, destrucción y hasta si fuese posible la muerte, del mismo modo. Porque el fin del pecado siempre es la muerte eterna en el corazón y en el alma viviente de cualquier pecador o de cualquier pecadora de toda la tierra, sin hacer excepción de persona alguna jamás. Es decir, que ésta persona o personas va en su descenso de seguro al bajo mundo de Satanás para vivir su vida cruel, dolorosa, pobre, enferma, violenta, tormentosa y mortal por razones del pecado, aunque éste viviendo aún su vida normal en la tierra, como cualquier otra persona común y corriente, por ejemplo. De hecho, éste es el estado espiritual sumamente lejos de las ricas bendiciones de Dios y de su Árbol de vida eterna de aquella persona o personas, de aquella familia o familias, de aquel pueblo o pueblos de la tierra, por ejemplo, para mal y degradación gradual y constante de sus vidas y de muchos más, también. Y sólo cuando el corazón, el espíritu, el alma y el cuerpo de cualquier hombre, mujer, niño o niña de la humanidad entera, está a mucha distancia del Árbol de la vida eterna, nuestro Salvador Jesucristo, entonces es que verdaderamente llega su vida a su fin eterno, la muerte. Seria como la Tierra sin su Sol en su sistema solar, por ejemplo, para no recibir más de la luz de sus rayos solares día y noche para sostener toda vida humana, vegetal y animal, también, como es normal. Pues así es la vida de todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, sin la presencia del Espíritu del Árbol de la vida en su corazón, en su espíritu, alma y cuerpo humano, entonces estaría tan lejos de su fuente de vida que moriría sin duda alguna, como los que mueren día y noche en el infierno. Es decir, también, que cada vez que el pecador o la pecadora piensa en su maldad para llevarla acabo en su vida o en la vida de cualquier otra persona, entonces es el espíritu de error el cual está obrando en su corazón, para comenzar a destruir a como de lugar su vida humana, alejándola así más de Dios. Porque es el mismo espíritu de error de Satanás, el cual actuó en el corazón de Adán y Eva para comenzar a alejarlos del fruto del Árbol de la vida eterna y, en realidad, es el que comienza a hacer de las suyas, como de costumbre, para llenar de tinieblas la vida de aquel hombre o mujer para entonces destruirla por completo. A ciencia cierta, éste es el gran secreto de Satanás desde el comienzo de todas las cosas, alejar a sus victimas lo más lejos posible de Dios y de su Árbol de vida eterna y entonces comenzar a destruirlas poco a poco y hasta llevarlas a su día final, en el más allá, como al fuego eterno del infierno, por ejemplo. Muchas veces podemos ver, a todas luces, cada vez que una persona o personas, familia o familias están sufriendo males comunes y hasta terribles también, pues, seriamente es el espíritu de error y de gran maldad de Satanás que está actuando con libertad de acción en sus vidas para acabar con ellas, por sus poderes aterradores de sus tinieblas antiguas. Y todas estas personas o familias ingenuas e inexpertas de toda verdad, pues, viven sus vidas de mal en peor sin jamás ver ningún bien alguno al final de sus caminos en la tierra, es decir, si no son ayudados lo más antes posible por la invocación de Dios, en el nombre glorioso de su fruto de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque es el Señor Jesucristo quien realmente ayuda a cada una de estas personas o familias o pueblos de la tierra ha escapar de los poderes escondidos y terribles de las profundas tinieblas antiguas de Satanás y de sus ángeles caídos, para parar de sufrir y así parar de morir, en sus corazones y en sus cuerpos eternos, también. Porque la verdad es que cada vez que la persona o personas, familia o familias, pueblo o pueblos, se alejan de los males de las profundas mentiras de Satanás, por el poder glorioso y majestuoso del nombre salvador de nuestro Señor Jesucristo, entonces sus muchos males dejan de ser casi instantáneamente, o poco a poco comienzan a desaparecer de sus vidas. Por cuanto, es el mismo Espíritu de Dios y de su Árbol de vida eterna, el cual comienza a hacer sentir su presencia cada vez más y más en sus vidas humanas y delante de sus millares de ángeles por amor a su salvación sagrada, para darles vida y en abundancia en esta vida y en la venidera, también, para siempre. Y cuando esto sucede, milagrosamente, en la vida de cualquier persona o personas, familia o familias, pueblo o pueblos, entonces esto significa que los poderes terribles de los males de Satanás y de sus ángeles caídos están disminuyendo, y la luz de la verdad, de la justicia y del derecho de conocer a Jesucristo son cada vez mucho más que antes. Verdaderamente, el alma humana del hombre, de la mujer, del niño o de la niña, vuelve a nacer y a sentir a Dios y a sus bendiciones por si mismo, como nunca antes, para ver la vida eterna del Fundador de su nueva vida en el paraíso y así también en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, por ejemplo. Es decir, que todas estas vidas de gentes, familias, pueblos de la tierra están despertando de sus tumbas antiguas por vez primera, como del hoyo de la tierra, para no ver más tinieblas como antes, sino sólo la luz de la vida eterna del Espíritu Santo y de su Glorioso e Infinitamente Respetable Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Ahora, cada vez que el hombre, la mujer, el niño o la niña de toda la tierra, se aleja de los males del pecado original, en el nombre sagrado de nuestro Señor Jesucristo, efectivamente, las tinieblas que estaban actuando en su corazón, en su alma, en su espíritu y cuerpo humano, dejaran de actuar por completo y milagrosamente mueren. Realmente, Satanás dejara de actuar en la vida de estas personas, familias o naciones del mundo entero, porque la luz real de Dios ha vuelto a tomar su lugar de vida, paz y de salud infinita, como en el paraíso, por ejemplo, para no sólo conocer la vida y la felicidad eterna, sino también conocer su nueva vida infinita del cielo. Y esto es gloria y honra eterna para nuestro Padre Celestial, porque todas estas vidas, las cuales iban hacia sus muertes eternas, absolutamente han dejado de sufrir y de morir, en el nombre glorioso y sumamente sagrado de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para estar y vivir por siempre felices cerca de él y de su nuevo reino sempiterno. Es por eso, que para nuestro Padre Celestial todo aquel que rechaza su dadiva de vida y de salud eterna, entonces está rechazando la vida misma de su Hijo amado, nuestra única salvación posible en el paraíso, en la tierra y así también en la nueva era venidera del nuevo reino celestial, nuestro Árbol de vida eterna, ¡el Señor Jesucristo! Porque esta dadiva de vida era lo que Dios le estaba dando a conocer a Adán y a cada uno sus descendientes, en el día que lo llevo de la mano a los pies del Árbol de la vida eterna, para que conozca a su Jesucristo (su única vida verdadera e infinita del cielo y de su Nueva Jerusalén Sagrada). Porque ésta nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, nuestro Padre Celestial la viene creando en su corazón muy santo, desde mucho antes que comenzase a fundar los cielos y la tierra y así también a todo hombre, mujer, niño y niña en sus manos hábiles, como en su imagen y conforme a su semejanza celestial, por ejemplo, para la eternidad. Además, porque sólo su Hijo amado es el gran rey Mesías del paraíso, de la tierra y, a la vez, su único fruto de vida eterna para su corazón y para su alma viviente y así también para Adán y para cada uno de sus descendientes de la humanidad entera. Para que únicamente entonces ninguno de ellos, en sus millares, de todas las razas, familias, pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra, no se aleje más de su Árbol de vida eterna, su Hijo amado, ni de su nueva vida infinita, ni mucho menos de su nuevo reino celestial, por ejemplo. Pero como Adán rechazo esta gran verdad en su corazón, entonces él paso de la luz de vida del paraíso para vivir las tinieblas del bajo mundo de Satanás y de sus ángeles caídos, para no comer jamás de su fruto de vida eterna, ni menos conocer a su Dios en su corazón y en todos los días de su vida. Por lo tanto, rehusar conocer al Señor Jesucristo es, realmente, para nuestro Padre Celestial, desear vivir en las profundas tinieblas de Satanás y de sus ángeles caídos, en el paraíso, en la tierra y así también en el infierno, para siempre. Y esto es iniquidad, maldad, inmoralidad delante de Dios y de su Espíritu Santo para muerte eterna, ya sea en el paraíso o en la tierra, de nuestros días, por ejemplo, para cualquier hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera. Verdaderamente, éste es el primer pecado original de Adán, el cual nuestro padre Celestial abomina profundamente en su corazón y en la vida de la humanidad entera: que su Hijo amado no sea honrado y exaltado, como debe de ser delante de su presencia sagrada y de sus millares de sus huestes angelicales del reino de los cielos, por ejemplo. Por ello, el pecado original de no honrar a nuestro Señor Jesucristo es, realmente, el mismo espíritu del fruto prohibido del Árbol de la ciencia del bien y del mal obrando para mal eterno en la vida de aquel hombre, mujer, niño o niña, para comenzar a destruir su vida, como con las mismas profundas tinieblas del paraíso. Y estas tinieblas mortales no son tanto del infierno o del mundo de los muertos, por ejemplo, sino de las que se encontraban en los labios de la serpiente antigua y en el paraíso, al mismo tiempo, para llevar acabo la voluntad malvada de Satanás no tanto en contra del hombre, sino de Jesucristo. Porque es Satanás quien realmente siempre le lleva la contraria con mentiras, con ídolos y con calumnias terribles a la Ley Eterna y a nuestro Señor Jesucristo, nuestro Árbol de vida eterna, en nuestros corazones día y noche y hasta que él mismo muera por fin en el más allá, entre las llamas violentas del lago de fuego eterno, por ejemplo. Entonces son estas mismas tinieblas de Satanás, las que comenzaron a invadir el corazón de Eva y luego de Adán, las que están en los corazones de cada pecador y de cada pecadora de la tierra (como de los que no creen en sus corazones, ni confiesan con sus labios el nombre milagroso del fruto de la vida, ¡nuestro Salvador Jesucristo!). Es por esta razón, que los males terribles de las tinieblas de Satanás actúan día y noche en las vidas de muchas personas con toda confianza, y sólo porque el Señor Jesucristo no es su fruto de vida eterna en sus corazones y en sus vidas delante de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo, por ejemplo. Y nuestro Dios desea que nosotros escapemos, antes hoy que mañana, de todos estos males escondidos de las profundas tinieblas de Satanás y de la serpiente antigua del Jardín del Edén, de las cuales Adán junto con cada uno de sus descendientes recibieron en el paraíso, para mal y confusión eterna de sus corazones infinitos. Entonces el hombre moderno y de siempre vive en confusión de su corazón, porque el espíritu de error y de las tinieblas mentirosas de Satanás mora en él permanentemente, y sólo hasta que la luz de Cristo brille en su frente delante de Dios y de su Espíritu Santo, como debe de ser, como en el día de su creación. Y éste bien de Dios sólo es posible en tu corazón y en toda tu vida también, hoy mismo, mi estimado hermano y mi estimada hermana, sí tan sólo le dices sí a tu Dios y Creador de tu vida, por medio de su Árbol de vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y sí lo haces así, complaciendo así toda verdad, justicia y derecho a comer por siempre del fruto del Árbol de la vida eterna, entonces muchas tinieblas que están actualmente actuando en tu vida y de los tuyos, también, para hacerte daño, ciertamente dejaran de actuar milagrosamente para gloria y para honra infinita de nuestro Creador que está en los cielos. Porque las tinieblas de Satanás por más poderosas que sean, cuando la presencia del nombre del Señor Jesucristo se hace una realidad en el corazón del hombre, de la mujer, del niño o de la niña de la humanidad entera, entonces ya no pueden seguir haciendo el mal de siempre, porque llegan a su fin, mueren como algo muy normal. Y el fin de cada una de las tinieblas, en sus millares, es nuestro Señor Jesucristo, asimismo como sólo él es el fin del ángel de la muerte, en la tierra y en el más allá, también, eternamente y para siempre, entre las llamas eternas y tormentosas del lago de fuego, por ejemplo. En otras palabras, nadie puede matar a Satanás, ni ninguna de sus muchas tinieblas tampoco, ni mucho menos al ángel de la muerte en la vida del hombre, la mujer, el niño o la niña de la tierra, sino sólo nuestro fruto de vida eterna, el Hijo de David, el Hijo de Dios, nuestro único Salvador Mesías, ¡nuestro Señor Jesucristo! Es decir, que las tinieblas de Satanás dejan de hacer lo que estaban haciendo siempre para destruir gradualmente la vida de aquel hombre o mujer, porque la luz del Espíritu Santo y del Árbol de la vida las ciega por completo, para que no vean más nada de nada y así ya no puedan seguir haciendo sus males de siempre. Por ello, nuestro Padre Celestial nos entrego a su Hijo amado, como nuestro gran rey Mesías, como nuestro Cordero Escogido para el sacrificio eterno, como a nuestro sumo sacerdote, como a nuestro único suficiente salvador y Árbol de la vida para cada uno de nosotros, en nuestros millares, de todas las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra. Para que entonces ya no pensemos más en el espíritu de error con nuestras mentes y con nuestros corazones, sino que pensemos siempre con su Espíritu Santo, como con su Sagrada Escritura, para que los frutos de vida y de salud sean una realidad no sólo en nuestras vidas sino también en las de muchos, para gloria infinita de nuestro Creador. Y sólo así entonces ya no maquinemos más pecados y maldades del espíritu de error de Satanás en nuestros corazones y en nuestras mentes humanas, que ciertamente sólo aumentan la iniquidad y la inmoralidad en nuestras vidas y en las vidas de muchos, en muchos lugares del mudo, sino que sólo pensemos con su Espíritu Santo para el bien eterno. Además, nuestro Padre Celestial desea parar en su totalidad el avance del espíritu de error y de sus muchos frutos de pecados, como mentiras, corrupciones, maldades, desmanes, traiciones, calumnias, contratiempos, daños, impurezas, perversidades, libertinajes, iniquidades, inmoralidades, comenzando contigo hoy mismo, si tan sólo crees en tu corazón en el Espíritu del nombre sagrado de su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Para que por fin confieses con confianza su nombre muy santo y milagroso en tu corazón y con tus labios, mi estimado hermano y mi estimada hermana, para que las hondas tinieblas del espíritu de error se alejen para siempre de tu vida y de la vida de los demás, también, hoy en día y por los siglos de los siglos. Y así ya no pienses más en tu mal ni menos en el mal de nadie, sino sólo en el bien eterno de su Hijo amado, en el corazón, en el espíritu y en la vida humana de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, para honra y para gloria infinita de nuestro Padre Celestial. Porque sólo nuestro Señor Jesucristo es todo el bien que nuestro Padre Celestial y su Espíritu Santo siempre ha deseado para ti, en el paraíso, en la tierra y así también para su nueva era venidera de su reino sempiterno: en donde nadie muere, y su gran rey Mesías reinara supremo sobre los ángeles, sobre Israel y la humanidad entera. El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo es contigo. ¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre! Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo. LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS Es por eso que los ídolos han sido desde siemp un tropiezo a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las naciones! SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del reino de los cielos: PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí". SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos". TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano". CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y lo santificó". QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da". SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio". SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio". OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás". NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de tu prójimo". DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo". Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas familias, por toda la tierra. Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras almas: ORACIÓN DEL PERDÓN Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ". Juan 14: NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR. ¡CONFÍA EN JESÚS HOY! MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE. YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY. - Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y su MUERTE. Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete): Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA. QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR. ¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____? ¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____? Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora: Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de Cristo a los demás. Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios. Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre. El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre. El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo corazón, con su voz tiene que rendirle el homb gloria y loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y como siempre, para la eternidad. http://www.supercadenacristiana.com/...pe=wm%20%20/// http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx http://radioalerta.com |
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